+Ya no podemos evitarlo más, nos hacemos mayores. Llevo toda la vida queriendo hacerme mayor para que me tomaran en serio. Todo me parecía alucinante: hacerme mayor, trabajar, casarme... Pero es un fraude y el amor es el mayor fraude de todos. Estaba enamorado. Entiendo que algunos lo diréis porque sólo tengo 13 años pero me da igual, lo estaba. Y yo creía de corazón que existía eso del amor para toda la vida y que si luchabas por ese amor nada te podía salir mal, me parecía lógico cuando era más pequeño pero las cosas no son así. Está claro que no existe eso del amor para siempre.
-¿Qué haces?
+Estaba equivocado, el amor no existe.
-Yo... bueno, verán, el discurso de graduación de mi hijo es un asco. No es ninguna broma. Reconozco que no sé cómo acababa pero creo que todos estamos de acuerdo en que el tono era un tanto deprimente y triste. Mi hijo, él no, mi hijo de verdad, cree en gestos románticos grandilocuentes, también cree que todos nosotros tenemos un alma gemela y es fácil mirar a un niño de 13 años y decir "no sabes de lo que estás hablando, no tienes ni idea" pero yo no lo tengo tan claro. Yo conocí a mi alma gemela a los 15 años, salimos a tomarnos un helado. Después de mi primera cita mi padre empezó a reírse de mí como hacen los padres y yo le dije "papá, no pasa nada, me quedan muchas chicas por conocer, ésta será una de tantas" y esa fue la primera vez en mi vida que le mentí a mi padre. Conocí a mi alma gemela a los 15 años y la he querido cada minuto de cada día desde que le compré ese cucurucho de menta con chocolate. La he querido mientras he visto crecer a mis 3 perfectos hijos, la he querido hasta cuando la he odiado. Sólo los casados sabrán de lo que estoy hablando y no sé si va a salir bien, no sé qué va a pasar. Lo siento Robbie, eso no puedo asegurártelo pero sí te prometo una cosa: nunca dejaré de intentarlo porque cuando conoces a tu alma gemela nunca te rindes. Te gustaría decir algo?
+Sigo queriéndote, Jessica. Te he querido desde que le cambiaste el primer pañal a mi hermana. Te he querido incluso cuando entraste en mi habitación sin llamar y me viste debajo de las sábanas. Sigo sin avergonzarme.
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