lunes, 10 de septiembre de 2012
Take me with you.
De repente un olor extraño entró por mi nariz, un olor que me trajo miles de recuerdos y de malos tragos. En pleno agosto, verano para muchos, invierno triste en mi corazón; paseaba por la avenida que iba directa de mi casa al centro de la ciudad. Llovía a más no poder, por suerte mi padre me había advertido de llevar paraguas, pero no fui muy inteligente al ponerme los zapatos. Con tanta lluvia habían empezado a mojarse, y pronto empecé a notar cómo el agua fría atravesaba sin ningún problema mis zapatos y me mojaba los pies. Fue justo en ese instante cuando apareció el olor. No me lo podía creer. Olía a invierno. Aparecieron en mi cabeza miles de imágenes de este último invierno; recordé tardes con mis amigas en la discoteca, algún que otro día en clase viendo como llovía fuera. Pero lo que mejor pude recordar fueron las tardes que pasé con él. Cuando menos te lo esperes el recuerdo más olvidado aparece delante de ti para hacerte daño. Y eso era lo que me había pasado a mi, en el momento menos oportuno, aparecieron en mi mente los pocos días que estuve con él, lo feliz que me hacía tan solo el hecho de poder mirarle a los ojos. Y cuando pasó el olor, todo se desvaneció. Que efímero es el amor, y más si es sólo uno de esos amores de verano. Es como un olor al que te acabas acostumbrando en seguida, pero que cuando se marcha, sientes que las cosas han cambiado, todo es diferente y te falta algo. No me lo creía, en pleno verano olia a invierno. Ahora pienso que lo nuestro quizás fue solo un amor de esos, de los que se van antes de que te des cuenta de que existen. Un amor de verano en medio del invierno.
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