No ame usted nunca a un ser salvaje, señor Bell. Ese fue el error de Doc. Siempre llevaba seres salvajes a casa. Un halcón herido en un ala. Una vez fue un gato montés grande, con una pata rota. Pero no se puede entregar el corazón a un ser salvaje: cuanto más se hace, más fuertes se vuelven. Hasta que son lo bastante fuertes para huir a los bosques. O volar hacia un árbol. Después a un árbol más alto. Después al cielo. Así terminaría, señor Bell, si se dejara arrastrar al amor de un ser salvaje. Terminaría mirando al cielo.
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