sábado, 3 de diciembre de 2011

El último crimen de Pompeya

Los volcanes y los seres humanos somos más parecidos de lo que aparentamos a simple vista. La ardiente lava que corre por las entrañas de un volcán es comparable a la sangre que corre por nuestras venas. El paso de la calma a la actividad de un volcán es igual al cambio de humor de una persona. La furia de los volcanes lleva aparejada la destrucción, y lo mismo sucede con los hombres. Y como ocurre con el género humano, unos volcanes son silenciosos y tranquilos, otros violentos e impetuosos. Incluso en el aspecto exterior existen paralelismos, pues hay volcanes altos y esbeltos, y volcanes bajos y gruesos. En definitiva, un volcán no es sólo montaña, de la misma manera que un hombre es algo más que un simple cuerpo: uno y otro tienen vida interior.

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