Por pedir, pido veinticuatro horas a tu lado en las que nos dé tiempo a todo menos a perder el tiempo. Por pedir, pido que me baste ese día para convencerte de querer estar conmigo para el resto de tus días. Por pedir, pido y preciso que exista un preciso momento, en el que se te escape un beso cuando menos te lo esperes, y cuando más lo lleve esperando yo. Por pedir, te pido en una tarde lluviosa, dentro de una casa sin gente, sobre un sofá sin cojines (para que sólo puedas abrazarte a mí), enfrente de mi película favorita bajo una manta que haga de telón tras el que actúen nuestras manos; marionetas manejadas por los verdaderos sentimientos. Me pido entonces tus dedos acariciando mi brazo, y mis cosquillas jugando al escondite con ellos.
Por pedir, pido dar un paseo al mismo paso, frenarnos en seco de repente, y mojarnos los labios sin que nos vea la gente. Pido, mientras caminamos por cualquier calle, llevarte y traerte al contarte cualquier estupidez, agarrando con mi mano tu brazo, como si de un acordeón te tratases, y tu risa fuese la mejor de mis melodías. Por pedir, pido pararnos unos segundos ante cualquier escaparate, continuar andando, y que, momentos después, me preguntes cuánto costaba ésta o aquella cosa. Entonces me pido contestarte que no lo sé, que no me fijé, porque lo único que he sido capaz de ver en el cristal ha sido tu imagen reflejada, y aquello… no tenía precio.
Por pedir, pido que me acompañes hasta el andén en el que días más tarde me estés esperando, y que mientras llega el autobús me mires con ojos tristes a la cara, aproveches mi distracción para agarrar fuerte con tus dos manos mi cinturón, en un intento por no dejarme ir, y me hagas perder todo menos la sonrisa. Por pedir, pediría siete mil peticiones más, alargaría la lista hasta quedarme sin papel; para seguir pidiéndote…
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