martes, 7 de junio de 2011

Ni Romeo, ni Julieta, ni estamos en la Italia Medieval.

Una vez dije que me encantaría esconderme bajo las sabanas fingiendo que todo va bien, ahora me arrepiento, cobardía en estado puro, más vale coger al toro por los cuernos aunque te des una buena hostia. Me he dado una vez más cuenta de que no vale la pena llorar, ni lamentarse, ni nada que tenga que ver con el autocompadecimiento. Que se me cuidar sola, y ya lo llevo haciendo un tiempo, que no necesito un príncipe azul, ni más misterio en mi vida, que ya estoy hasta arriba de míticas hormiguitas en el estómago, de culebrones venidos a menos, que aprendes que las almas gemelas y las medias naranjas se deben limitar a la ficción y que el amor no viene condensado en tarros de cristal. Ni un buenos días princesa, ni que me diga que esa canción le hace pensar en mi, ni ostias, yo ya no quiero nada de eso. Que dejo la complicidad, me dejo llevar, quizás demasiado y las cosas se empiezan a disparar. Vuelvo a tener ganas de apagar la luz, de mandarlo todo a la mierda, al karma, a la crisis, a los padres y al mundo en general, ganas de joder todo por lo que me he esforzado, y todo ello por dejar que me conviertas en la chica más histérica, celosa y enamorada del mundo entero, como suelo decir tirar la toalla suele ser el camino fácil, y para variar tengo ganas de retos.

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